En un pueblito llamado Chile la última semana ha sido de mucho movimiento. Movimiento al que no están acostumbrados sus pueblerinos habitantes. Cierto día, rompiendo la habitual monotonía del pueblito, llegó una gran comitiva de afuerinos, al parecer "gringos", quienes venían a filmar una película, de esas con muchos efectos especiales y presupuestos millonarios, de aquellas que se hacen por montones en el mundo desarrollado, y que tanto disfrutamos en nuestro pueblito. Era casi de no creer que gentes tan principales vinieran a rodar su película en nuestro territorio. Fue tan relevante, que toda la prensa nacional, escrita, radial y de televisión estuvo presente. Pero...¡horror! ¡La película se va a filmar en Chile, pero el guión señala que la acción se desarrolla en el vecino pueblito de Bolivia! Los orgullosos habitantes de este pueblito desprecian a sus vecinos bolivianos, es una deshonra hacerles aparecer como si fueran ellos. Como si para el espectador del mundo hubiera alguna diferencia entre Chile, Bolivia, Argentina o Paraguay. Como si para la media del chileno hubiese alguna diferencia entre un Malayo, un filipino, un Indonesio o un Tailandés. Algunos más exaltados señalan que es un atentado a la patria, que se vulnera la soberanía, que la sangre de los héroes de la guerra ha sido mancillada. Eso y muchas idioteces más, que en un país desarrollado serían impensadas, pero que en nuestro pequeño pueblito son totalmente normales. No hay que olvidar que en cierta oportunidad, cuando una banda de música iba a presentarse en el pueblito, un sacerdote del lugar dijo que eran satánicos, y la autoridad, muy preocupada de hacer todo cuanto ordena la autoridad religiosa del pueblito, no les permitió tocar. Lo más curioso es que esa misma banda meses antes se presentó con mucho exito en Roma, a sólo algunos cientos de metros del Vaticano. Así es nuestro pueblito, dicen que por estar rodeado por la cordillera y por el mar, su gente no conoce lo que ocurre más allá de sus fronteras.
Volviendo a la película, la polémica que se levantó en el pueblito de Chile fue tremenda. El orgullo nacional se encontraba herido. Un alcalde tomó las banderas de la soberanía y de la patria, e interrumpió con su vehículo una filmación, provocando el pánico de los actores, quienes pensaron que estaban siendo vícitimas de un ataque de indios. Fuimos la verguenza del mundo desarrollado (una vez más), pero es comprensible, no pueden ver la vida a través de los ojos provincianos de los chilenos.
¿Sabrán los adalides de la patria que la para la película "Doctor Zhivago" (sí, la del señor que después vendía la pulsera del bambam), la fría estepa rusa fue filmada en España?¿O que las películas ambientadas en Vietnam han sido filmadas en apacibles selvas de Centroamérica y el Caribe? ¿O que en los spaghetti western, las ciudades del viejo oeste fueron filmadas en Grecia o España? Lo más probable es que no lo sepan, no saben de cine, no saben de nada. Sólo siguen a sus lideres chauvinistas. En fin, son cosas del pueblito.
Otras cosas mucho más graves de vez en cuando acontecen en el pueblito. Gracias a su mentalidad provinciana, discusiones que se encuentran superadas en el mundo desde hace décadas, siguen haciendo noticia entre sus habitantes. Esta semana por ejemplo, el Tribunal Constitucional del pueblito de Chile resolvió declarar contrario a la Constitución un decreto del Ministerio de Salud que permitía la distribución gratuita de un anticonceptivo de emergencia llamado coloquialmente "la pildora del día después". Lo más anecdótico del caso, es que quienes impulsaron la medida, solicitaron también la declaración de inconstitucionalidad de la "T" de cobre, y de la confidencialidad de las orientaciones hechas a los jovenes en materias sexuales hechas por expertos en la materia, en pocas palabras, políticos con ropas del siglo XXI, pero con mente del siglo XIX. Así es la derecha política de ese pueblito, apegada a Dios, a la ley y a la familia, aun cuando producto de ese apego, se pasen a llevar los legítimos derechos de los individuos. El Tribunal Constitucional tampoco queda atrás en su mentalidad provinciana, ya que uno de sus miembros, por citar un ejemplo, declaró en enero de 2002, em plena discusión sobre el divorcio, que "estoy en contra del divorcio porque la Iglesia está en contra del divorcio. No tengo idea de las razones teológicas, porque no soy teólogo. Creo en todo lo que dice mi Cardenal, él es mi autoridad religiosa". Un hombre que cree sin cuestionar, que cree sin pensar, que simplemente cree y acata, es quien decide sobre el derecho de millones de mujeres. Insólito. En un país que enseña en sus textos de historia que la Iglesia se separó del Estado en 1925, hechos como el recién expuesto deján simplemente impávido a quien lo conoce. Creo que si doy a leer a alguien que no sepa en que época se escribió la obra "Sociabilidad chilena" de Bilbao, creería que se escribió esta semana. Chile es el mismo pueblito que desde siempre fue. Hoy hay celulares, computadores, deudas, automóviles, pero la esencia pueblerina y provinciana sigue siendo la misma. No podemos desconocer lo que somos, por más que lo intentemos ocultar o disimular. Por más que nos vistamos con los ropajes de otras culturas, como hacen los amantes del estilo francés, los germanófilos, los anglófilos, o los seguidores irrestrictos del tío Sam. Por más que pongamos a nuestros locales nombres en inglés, por más que tratemos de ser como los países desarrollados, no lo somos. Quizás algún día lo seremos, mas hoy no. Somos como el pueblo de la obra "Como en Santiago", de Daniel Barros Grez, en que se trataba de imitar todo lo que viniera de la urbe, se entregaba todo en manos del poder de la urbe, y se injuriaba a quien denunciara los problemas reales del pueblo. Hoy esa obra tiene plena validez, aunque su título debe ser "Como en Europa" o "Como en Estados Unidos".
En un pueblito llamado Chile, las chicas de origen pobre no pueden tomar un anticonceptivo de emergencia, porque es pecado. Pero las hijas de papito, esas cuyos padres creen que porque las envían a un colegio del Opus Dei se encuentran fuera de las tentaciones de nuestra sociedad liderada por el sexo, pueden comprar sin ningún inconveniente en su farmacia amiga aquel pecaminoso medicamento. Tal discriminación es impensable en un país desarrollado, pero en nuestro pueblerino y provinciano Chile, es tan normal como respirar cada día.