domingo, 27 de julio de 2008

Monumentos más, monumentos menos, lo único que no se preserva es la hermandad

Uno de los últimos fenómenos que ha aparecido a nivel global es Facebook. El nivel de penetración y la presencia que tiene esta aplicación en nuestras vidas la ha convertido prácticamente en un elemento necesario. Tanto es así que quien señala no tener una cuenta en Facebook es visto casi como un asceta o ermitaño.

En esta aplicación existen una serie de grupos donde las personas pueden integrarse a otras que tengan un sentir o un pensar similar respecto de las más variadas materias. Y en el último tiempo han llamado poderosamente mi atención dos grupos en particular: uno que en tono enérgico, casi como una orden, demanda la pronta existencia de un monumento que honre la memoria del ya fallecido General Pinochet. Y otro, era que no, que repudia tajantemente tal posibilidad.

Irrelevante puede resultar quien tiene la razón, quien está equivocado. Lo que resulta entristecedor es que el espíritu fratricida está más vigente que nunca. Ya no en las calles por cierto, o no tanto como en otras épocas, pero sí detras de los teclados. Y es detrás de un teclado donde las personas de verdad se sinceran, ya que protegidos por el anonimato o el carácter virtual del ambiente de internet, expulsan de sí todo aquello que en persona no harían por temor o pudor. Y de entre eso lamentablemente sale lo peor de muchas personas, que no son pocas. "Que lástima que mi general no los mató a todos", o de otra parte "Estos derechistas son todos unos fascistas, estarían mejor muertos", son frases que no es difícil encontrar en estos grupos.

¿Tan díficil es para todos comprender que no existe LA verdad? ¿Tan difícil es comprender que la verdad de otro, fundada en la experiencia, puede ser tan válida como la mía? El problema radica en que muchas veces cuesta reconocer la verdad del otro.

¿Cual será el destino de ese monumento por el que tanto se clama? En 100 años más será sólo un decorativo montón de fierro que estará junto a otros que nadie recuerda. Por ejemplo, en nuestro país ocurrió un lamentable episodio hacia 1891: una guerra civil. Chilenos matando chilenos ante la imposibilidad de convivir con sus dispares puntos de vista. En honor del caído Presidente Balmaceda se levantó un monumento ¿Sabe alguien donde se encuentra? O peor aun ¿cual es el porcentaje de personas que sabe quien fue Balmaceda? Quien viva en Santiago y no sepa donde está el monumento a Balmaceda se llevará una menuda sorpresa al descubrir su localización. Tarea para la casa. En cuanto al bando contrario, su lider dispone de una importante arteria del centro de Santiago, y como no, de un monumento. Respecto de aquel reitero las anteriores preguntas.

El ejemplo anterior intenta reflejar el relativo efecto de los monumentos a la hora de perpetuar la memoria u obra de un individuo o movimiento. Quienes exigen el monumento a Pinochet se justifican en parte por la existencia de un monumento a Allende. No comprenden que la presencia de Allende tiene un profundo sentido simbólico al unirlo con los dos otros monumentos presentes en los alrededores de La Moneda: el monumento a Alessandri y el Monumento a Frei Montalva. Esos tres monumentos representan lo que se ha dado en llamar "los tres tercios" de la política chilena durante el siglo XX. Y ello no debería ser ningún misterio para quien tenga un mínimo de conocimiento de historia política chilena. Pero es díficil que lo sepan, están demasiado ocupados odiando y prejuiciando. No advierten que la derecha se encuentra debidamente representada por un Presidente elegido en forma democrática, y que representaba los valores del conservadurismo y de la derecha como el mejor. Quizás algunos ni siquiera sepan quien fue Alessandri.

Que se haga un monumento a Pinochet es irrelevante. Si se hace dejará satisfecho a unos e indignará a otros. Si no se hace será lo mismo sólo con los intervinientes cambiados de lugar. Quien a la larga pierde es Chile, al ver a sus hijos envueltos en el odio y la intolerancia. Y como en todo hay alguien que gana: son aquellos que aprovechando el "divide et impera" hacen su negocio mientras los chilenos se preocupan de odiarse los unos a los otros, en una discusión que jamás tendrá un resultado satisfactorio, porque en lo medular se enfrentan 2 verdades, ninguna de ellas capaz de anular a la otra.

Mis ojos no lo verán, pero tengo la certeza que (sobre todo en un país como el nuestro, en que lo importante es el tener y no el cultivarse) algún día estos monumentos sólo servirán de receptáculo de mierda para las palomas. La otra certeza que lamentablemente tengo, es que una vez olvidado esto, ya existirá otro motivo que mantenga a nuestro pueblo dividido por el odio.


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