viernes, 31 de octubre de 2008

Hacia la judicialización de los prejuicios

Para nadie es un misterio, o al menos no debería serlo, que la sociedad en que hoy vivimos es egoísta, consumista, altamente competitiva, individualista, indiferente, inconmovible, materialista y superficial. El valor más importante es el tener, no el ser. La posesión de riquezas es algo a lo que se aspira por sobre el estudio, la cultura, las artes, la familia o el desarrollo personal. Estamos acostumbrados a mirar con desprecio a quienes tienen menos, y a admirar al que ostenta riquezas materiales, sin detenernos a evaluar si son buenas o malas personas.

Todo lo anterior hoy por hoy es hasta normal, es un reflejo de lo que es nuestra sociedad actual. El problema viene cuando estas características comienzan a manifestarse en instituciones sensibles de la República, como son los Tribunales de Justicia.

En efecto, durante el último tiempo hemos podido enterarnos a través de la prensa de algunas situaciones en que el prejuicio que nuestra sociedad manifiesta hacia quienes no cumplen con el perfil de "éxito" a que todos aspiran, se ha trasladado a los Tribunales. Citaré dos ejemplos: el primero de ellos guarda relación con una mujer que denunció haber sido supuestamente violada por un par de adolescentes que pernoctan bajos los puentes del río Mapocho en Santiago. Los acusó de violadores y de ladrones. Inmediatamente fueron detenidos en centros del Sename, inmediatamente la prensa, la televisión y las radios los condenaron sin más, ¿con qué argumentos? Nada más que la palabra de una "pobre mujer" que después de su jornada de trabajo se iba a su casa y fue interceptada por estos "malvivientes". Para todo aquel que viera la noticia en ese momento estaba más que claro que los muchachos eran culpables, no había ninguna duda al respecto, ¿por qué? porque son muchachos pobres, drogadictos, que viven en la calle, morenos, de pelo negro y chuzo, en síntesis, tienen "cara de delincuentes" (porque nuestra sociedad se ha encargado de determinar como es la "cara de delincuente"). Evidentemente un par de muchachos que tenían esas características necesariamente DEBÍAN ser delincuentes. Operó el prejuicio y fueron detenidos. Lo que la prensa no informó en esa oportunidad es que ambos jóvenes estaban dando una lucha por su vida, de la mano de personas de buen corazón quienes, sin tener sobre sus ojos el velo del prejuicio, vieron en ellos a un par de seres que necesitaban con urgencia protección y cariño, aquello que su desgraciada vida les negó. Y fueron precisamente aquellas personas que, conociendo a sus muchachos y sabiendo que eran incapaces de hacer algo como lo que se les imputaba, comenzaron a investigar la situación, obteniendo la confesión de la supuesta víctima, la cual jamás fue violentada ni robada, y muy por el contrario, ella abusó de un menor de edad. Sin embargo, bastó su palabra para enviar a un par de muchachos inocentes a la cárcel, cuyo único pecado es cumplir con todos los requisitos que satisfacen el prejuicio del "delincuente".

El segundo caso es aun más indignante, y refleja nuestra profunda crisis moral. Una trabajadora de casa particular (o "nana") es acusada de golpear al hijo de su empleadora. La trabajadora por su parte alega que fue la "patrona" quien la golpeó. Era la palabra de una contra la palabra de la otra, por lo tanto lo justo era investigar para poder acusar. Sin embargo, quien fue de inmediato acusada y condenada por los medios fue la empleada. Obvio, era pobre, negra, inculta, necesariamente tenía que ser una golpeadora de niños. En cambio la patrona vivía en El Golf, era "rubia", adinerada, por lo tanto era imposible que se rebajara a la rotería de irse a las manos con una picante. Mas, ¡oh! aparecieron antecedentes que decían que la peliteñida víctima tenía un amplio prontuario de violencia, habiendo golpeado duramente varias veces a un militar (!!!). Pero ello no bastó para que la plebe la condenara. Después se supo que tenía un sitio en internet donde se prostituía por dinero. Pero ello tampoco afectó su imagen. Una mujer pobre que hace lo mismo se llama simplemente una puta, en cambio ella es una "scort". Se convirtió en todo un personaje, fue invitada a programas de televisión para que contara su historia, y el número de clientes de su página de servicios sexuales se disparó. Es decir, una mujer con un severo problema de agresividad, que se ganaba el pan mediante el oficio más antiguo del mundo seguía gozando de una mejor situación frente a la opinión pública que la mujer injustamente acusada. Para ella no hubo televisión ni dinero. Sólo humillación, escarnio público y la pena de jamás poder volver a trabajar como cuidadora de niños.

En este espacio quiero denunciar a quienes son los principales culpables de este prejuicio, quienes no son otros que los medios de comunicación, y principalmente la televisión. En apocalípticos programas con música de terror, programas como "en la mira", "contacto", "aquí en vivo" e "informe especial", se encargan de mostrarnos una realidad que si bien existe, no guarda relación con el alarmismo y exageración con que es cubierta. Debemos ser uno de los países con mayor terror a la delincuencia, y que a la vez tiene los menores índices de aquella. De esta sensación de inseguridad se sacan provechos económicos, como en el caso de las empresas de seguridad, de alarmas, etc; y políticos, ya que el consabido argumento de la "guerra a la delincuencia" es un estandarte de la oposición. Estos programas de televisión se encargan de dejarnos muy en claro que debemos desconfiar de todo aquel que sea moreno, pelo chuzo, pobre, e incluso, que sea de una determinada comuna (como es el caso de la gente de Puente Alto, la cual fue crucificada por la televisión). Que decir de los programas "133" y "policías en acción". Se encargan de dejarnos en claro que toda la gente de poblaciones es ladrona, o drogadicta, o mal educada. ¿Por qué no denuncian con la misma fuerza a los ladrones de cuello y corbata, a quienes le roban su sueldo a sus trabajadores, a quienes estafan, a quienes evaden impuestos? Simple, porque a la gente linda se le perdona todo. Y porque siempre, de alguna manera, todo es culpa del roto.

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