Quiero contarte, amigo lector, para que lo sepas si lo desconoces, o para que lo recuerdes si ya lo sabías, que alguna vez este mundo contó con el honor de tener entre sus filas a un hombre excepcional: Giordano Bruno. Quiero que sepas también que en una época de oscuridad, de ignorancia y fanatismo, él fue una llamarada incandescente e inextinguible de luz y conocimiento. También quiero conmoverte con el hecho de que siendo su único pecado pensar, razonar, disentir y alejarse del dogma, fue encarcelado durante ocho años, años de torturas y humillaciones, para finalmente, ser quemado vivo en una hoguera, en Campo de Fiori, Roma, un día 19 de Febrero de 1600.
Bruno fue un rebelde, un enamorado del saber, alguien que aunque hubiera deseado un destino distinto, no lo habría conseguido, ya que su pasión por el saber y por el pensar eran demasiado incontenibles, aun a riesgo de perder su propia vida. Bruno era demasiado peligroso para la iglesia, en tiempos que ésta tenía el poder suficiente como para pulverizar a sus enemigos. No hay que olvidar que la iglesia se volcó a la caridad y al amor cuando se le terminó el poder.
Bruno cuestionó dogmas sobre los cuales giraba todo el negocio de la iglesia, y lo más increible de todo, es que jamás dejó de creer en Dios. A Giordano Bruno lo mató la maquinaria podrida y corrompida de la iglesia católica medieval, mientras que él proclamaba que siendo el amor de Dios infinito, era hasta necesario creer que debían existir otros mundos con otros seres que adorasen a Dios a su manera. También para algunos sembró las bases del Panteísmo, y junto con ello dominó con singular maestría el arte de la memoria, el cual sorprendentemente, perteneció entonces al campo de las ciencias herméticas.
Este mes recordamos un año más de tu espantosa muerte, oh gran Nolano , y quiero expresar que ella no ha sido en vano. Ello porque después de él vinieron tantos otros, también perseguidos, también torturados, también asesinados, quienes sin embargo, contra la ceguera de algunos y la conveniencia de otros, fueron lentamente sacando a la luz la verdad, esa verdad adogmática, falsable, de la cual estamos orgullosos los hombres movidos por la luz, la tolerancia y la razón.
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